viernes, 28 de agosto de 2009

Una charla muy interesante

La tarde se tornaba noche y las ansias por escucharlo eran muy fuertes, con su caminar tranquilo pero a la vez apurado, de manera muy amable se sentó y dio el permiso para que por un rato su vida se haga pública, para poder conocer a aquel ex jugador de fútbol que había cambiado de rumbo para ser hoy un periodista, guionista, escritor.

Juan Sasturain, el que nació en Cháves por accidente, hoy, como tanta otras veces se ponía en manos de alguien que lo interrogaría, se dejaba investigar con una sonrisa muy amable que daba soltura y creaba un clima ideal para una charla no tan entrevista.

Dos periodistas se unían y dos historias podían nacer, pero sólo una tomaba importancia.

“Nací en Chaves por accidente. Mi padre fue empleado del Banco Provincia. Y sus traslados implicaban un cambio de vida, una adaptación. Toda mi familia era de Lobería. En el '45 mi viejo estaba trabajando de tesorero en Cháves, y como en esa época se acostumbraba que los hijos nacieran en el lugar de donde eran sus padres, mi mamá se iba a ir a Lobería... pero bueno, por esas cosas no fue. Así que nací ocasionalmente en Chaves”

-¿Qué recuerda de aquel Chaves por accidente?

Viví un año y medio en esa ciudad, hasta que a mi viejo lo trasladaron a Médanos, cerca de Bahía Blanca. De ahí fuimos a Lobería, después a Rauch. En el '55, se produce la Revolución Libertadora y como mi viejo era peronista y había sido secretario de Unidad Básica alguna vez, lo despidieron del banco. Pero antes de echarlo lo trasladaron a Chaves. Así que volví unos meses, en vísperas de entrar a cuarto grado. La siguiente vez volví para jugar al fútbol, tenía cerca de 16 y vivía en Coronel Dorrego, donde integraba el equipo de Independiente. Retorne a Chaves siempre que pude, y lo seguiría haciendo.

-Retomemos el tema del fútbol, ¿una historia parecida a la de Fontanarrosa que luego se inclinó a la escritura?

Sí, para cuando empecé a querer probarme y seguir en el fútbol estaba jodido de la rodilla derecha, me habían curado mal, en aquella época no te operaban.
Me probé de delantero en San Lorenzo, y era grande, tenía 18 años y además no la rompía como para que me tomaran. Después entrené con Independiente y entré a Lanús, y aunque firmé con ellos nunca jugué. En esa época ya estudiaba Latín e Introducción a Historia, se me complicaba viajar al sur para entrenar así que largué y terminé jugando en el equipo de la facultad. En el '69 egresé en Letras y comencé a trabajar como profesor de Literatura en el secundario y al año siguiente a escribir en los medios. Yo quería ser escritor, empecé a escribir críticas de libros que es lo primero que uno habitualmente hace, aunque no debería ser así, porque uno opina sobre los demás y es incapaz de escribir algo coherente, siempre planteo lo mismo.

-¿Paso mucho tiempo para que la inspiración llegara y pudiera escribir su primer libro para poder criticar con motivos?
Y si, Yo siempre digo que hice todo muy demorado. Escribo como cualquiera, desde los 16-18 años, pero "Manual de perdedores", mi primer libro, la terminé cuando tenía 30 años, en el '75, y no se publicó hasta 10 años después. Yo me había propuesto terminar mi primera novela antes de cumplir treinta años, en esa época ya estaba casado y tenía 2 hijos. Y digamos que cumplí.

-¿Y Perramus, la historieta en su vida es importante?

No recuerdo que de chico me contaran cuentos en mi casa. Mi vieja cantaba algunas cositas, pero no me acuerdo que alguien se sentara a contarme cuentos. Después sí agarré los libros y las historietas, yo me los compraba. Los primeros relatos que me gustaron fueron las historietas de Disney, del Pato Donald.

La lectura de historieta fue un poco formadora y deformadora para mí. Como todas aquellas cosas que te marcan. Para bien o para mal, pero te marcan. Todo sirve, depende de que hagas vos con eso después. Generacionalmente los pibes que empezábamos a leer en los '50 ya no leíamos los clásicos de la literatura juvenil, leímos las historietas del mismo modo que los chicos hoy más que leer miran la tele. Nosotros somos la primera generación del medio audiovisual. De algún modo sentí la corrección cultural. Pero bueno, mal que mal es así. Quedó como una especie de sustrato en el cual hay un concepto de aventura que viene de ahí.

En cuando a "Perramus" se difundió en buena parte del mundo. Se publicó en toda Europa. En Argentina la publicó la revista Fierro, después en libro. Y la última parte, la cuarta, que se llama "Diente por diente", la dispersión de los dientes de Gardel, nunca se publicó en castellano, es inédita. En el único lugar donde salió es en Francia, donde está todo junto publicado en tres volúmenes. Y bueno, con esa ganamos el premio Anmisty Internacional.

-Usted mencionaba el tema de la televisión en los chicos de hoy ¿Qué significó para usted hacer un programa como lo fue “Ver para leer”, en un canal de TV abierta?

La televisión desarrolla y practica formas narrativas con sus múltiples programas y formatos de ficción. Lo hace desde hace mucho, y ha influido para bien y para mal, el modo televisivo de hacer ficción está penetrado por las técnicas del cine y de la narrativa dramática y estrictamente literaria. Es un ir y venir. En cuanto a hablar o difundir o analizar la narrativa literaria y la poesía y el ensayo en programas televisivos, como sería el caso de Ver para leer, supongo que puede ser una buena idea. Creo que del mismo modo que hay libros y revistas sobre el medio televisivo y sus contenidos, también cabe que haya programas televisivos que se refieran a los libros, la literatura en general. Ver televisión y leer son dos operaciones diferentes cuyo grado de superposición no es exacto: no se lee más o menos por ver televisión y viceversa. Hoy se necesita menos leer que en otro momento. Y también se escribe menos por la misma razón.

De mi parte, he aportado y trato de poner en práctica la idea de que la lectura puede y debe ser un placer, sólo digo la verdad, leo porque me gusta, no porque deba hacerlo ni porque sea necesario que lo haga. Si uno trasmite el gusto por lo que hace puede llegar a despertar en el otro que lo ve la sensación de que valga la pena probar de que se trata. Leer nos abre la cabeza a la complejidad maravillosa del mundo.

-¿Cree que no hay manera de cambiar la televisión?

Lo innegable, el dato incontrastable, es que la televisión y otras formas de comunicación audiovisual electrónica son lo nuevo y determinante. Su irrupción masiva, como sucedió en otros momentos con la revolución del libro o la aparición del cine, cambia el horizonte de las demás formas de comunicar, en este caso la ficción y el “entretenimiento”. Cada soporte tiene su especificidad, intransferible. Nada se extingue sino que se acomoda.

Para los chicos un buen vehículo de introducción a la lectura son las revistas semanales de tema escolar con entretenimientos.

-¿El programa cumplió todos sus objetivos? ¿sirvió para cambiar la cabeza de algunas personas?

El programa es superficial, no se puede liquidar a Kafka en treinta segundos. Si tuviera que elegir qué programa hacer –siempre hablando de literatura– en televisión, no haría uno como ese. Pero debo reconocer que quien lo concibió y decidió ofrecerlo como alternativa a su audiencia sabe muy bien lo que hace y cómo hacerlo, lo que hay que tener en cuenta es que se trata de una aproximación ligera, introductoria a un universo amplio y complejo. El objetivo primero era “sacar el miedo” a los libros y a la ficción literaria, que se tome a los poetas y escritores como alguien que tiene algo que contarnos.

- ¿Está fallando la educación?, teniendo en cuenta que usted fue docente en algún momento.

Se hace todo mal. Ejercí la docencia poco tiempo, en el primer tercio de los setenta. Debería hacer autocrítica. Se lee para demostrar algo, para ejemplificar algo.

Y no es así, hay que leer lo que nos gusta y hacerlo disfrutar. Y leer, escribir y comentar sin demasiadas pautas, opinar libremente, describir las sensaciones.

Escribir es una cuestión de placer, como leer. Está el famoso consejo de Briante (Escritor y crítico de arte argentino): “Los Sábatos y sabatitos, todos preocupados por el destino de la humanidad y el haber sido tocado por el rayo de iluminar a la humanidad, para qué escriben si sufren”. Después, como todas las cosas placenteras, tiene su cuota de laburo, no necesitamos explicitar nada. Hasta las cosas que más nos gustan, en algún momento se complican, pero se parte de un lugar que es básicamente placentero. El trabajo debe siempre tener algo de placentero y no olvidar el esfuerzo.

La charla daba para más, pero la noche se acercaba, cada uno debía seguir su camino, por su parte siempre trato de demostrar lo hermoso del leer y hoy con 64 años en Página 12 nos sorprende con sus columnas, sin traicionar su esencia, Juan Sasturain deja su huella.

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