sábado, 8 de febrero de 2014

En medio de una oscuridad iluminada

De un momento a otro se detuvo a pensar, de un momento a otro observó sus dedos, sus pies, y tocó su rostro, notó que sus mejillas estaban húmedas, sintió que sus ojos habían llorado. Corrió de su frente el pelo que no la dejaba mirar hacia adelante, levanto su cabeza y erguida estiró un poco más su cuello.

Miró su derredor, notó que algo había cambiado, su presente no era el mismo que la había dejado en cuclillas. No era el mismo que le había causado la pesadez en los ojos, el dolor en el pecho y las ganas de ya no ser.

Observó sus manos, aún húmedas por las lágrimas que se estaban secando en sus mejillas, juntó sus dedos hacia cada una de sus palmas, sus manos estaban blancas, no recordaba en qué momento dejaron de estar grises. Trató de recordar por qué su nuca dolía tanto, por qué sentía que su cuerpo había estado doblado, un cuerpo que había intentado encerrarse en si mismo, acobardado, dolorido. Luego de buscar los "por qué",  rápidamente trató de alejar aquello que volvía para hacerle creer que lo que estaba sintiendo estaba mal, borró los fantasmas que una vez más querían teñir sus manos, su garganta.

Se terminó de levantar, estiró sus piernas y comprendió que algo  había cambiado, que lo que siempre había rogado, hoy, estaba ante ella, y que esta vez debía erguirse hacia la realidad. Sus ojos seguían húmedos, pero sintió que sus mejillas aumentaban su tamaño, como que algo las empujara hacia sus orejas, recordó lo que era sonreír, y sintió el aire que entraba en su boca, una exhalación le demostró la limpieza en sus pulmones,  de su garganta, de su pecho.

No entendía qué era lo que había cambiado y cómo se había permitido haber estado así, disminuida en el espacio.Sólo ella sabía lo que aún perduraba en sus recuerdos,  lo que aún hacía enfurecer su corazón y angustiaba su alma. Un camino se abrió ante ella, dio sus primer paso, sintió que sus pies se amoldaban a ese piso que ya no quemaba, no le dolía caminar, no le molestaba mirar hacia adelante, no sentía miedo.

Sus oídos no se cerraron más, ya no molestaba lo que no se debía escuchar, era algo más del ambiente que ella enfrentaba y era algo más de su presente que la encontró de un momento a otro, erguida y orgullosa de existir.

Pasaron días de ese "hoy" y aún considera que se está permitiendo sentir lo qué significa vivir, algunos dicen que sólo decidió sentir el viento en sus rostro.