sábado, 1 de marzo de 2014

Las ramas del amor...

Cansarse de llorar, para no hacerlo más, cansarse de sufrir, para no volverlo a intentar, cansarse de sentir un pecho que aprieta y corta la respiración, de un estómago que duele cuando se trata de instalar una sonrisa mientras a la vez esa misma boca deja salir una voz quebrada que dice "todo está bien".

No tenía por qué estar triste, según su derredor, porque su vida profesional estaba bien, porque aquello que le había quitado horas de sueño durante 10 años, hoy se presentaba solucionado ante ella, porque su futuro parecía que le daba una tregua, porque una meta más, estaba alcanzada.

De pronto, en su soledad ella comprendió que no todo estaba en su lugar, que vivir y dejarse llevar,  una vez más, la estaba lastimando, una vez más la hacía llorar. Estaba convencida de lo que su derredor creía, sabía que todo estaba más que bien... sin embargo, en su pecho no sentía lo mismo, en el brillo de sus ojos, algo decía que no eran lágrimas de felicidad, algo... aún dolía.

Muchas veces se juró ser fuerte, pidió por un corazón de piedra para no sentir, lloró en brazos de amigas diciendo que no quería querer más, que no quería sentir más "amor". Luego en su tranquilidad daba paso a la reflexión y se daba cuenta que el amor la mantenía viva, que ese amor que recorría sus venas era el mismo que le daba a su familia, a sus amigos, a su entorno, al desconocido que necesita ayuda, a aquel que sin conocerla la halagaba y agradecía su forma de ser, porque sus transparencia lo decía todo. Era ese mismo amor con el que redactaba sus cuentos, sus escritos, sus sueños. Dentro suyo llegaba a la conclusión, sabía que sin ser así como era, cierto presente no seria tal.

Aún  así se sentía incompleta y le faltaba lo que nunca le salió bien, le dolía el pecho, se encontraba, una vez más, recriminándose elecciones, recriminándose confianzas, entregas, recriminándose ser con cierta parte del amor.

El amor duele, en ese instante para ella volvía a doler, hacía muy poco le habían preguntado: "¿Sufriste mucho por amor?" y ella convencida y con su corazón desbordado de dulzura,  había contestado: "Creo que no lo suficiente, porque aún creo en el amor"...

Se detuvo unas horas, no quería estar sola porque no deseaba sentarse a reflexionar, pero el tiempo y el espacio hizo que sea el momento de estarlo, que sea el momento para que de una vez diga las palabras que no quería decir, para que su pecho se estrujara, la hiciera caer al piso y en medio de lágrimas que duelen en los ojos, dijera: "No quiero más oportunidades para el amor, para este lado del amor".

-¿Para este lado del amor?.
- Sí,  ella estaba convencida que la vida es vida a través del amor y que el amor tiene muchas partes: el amor a la familia, a la vida diaria, a los quehaceres, a una sonrisa dada justo a tiempo, el amor por el olor a tierra mojada, por la briza que llega de golpe en medio de un descanso, por el mar que rompe y hace llegar a nosotros ese rocío tan especial, por ese jazmín que deja salir su aroma y llega hasta el alma; el amor por los amigos, por ese ser que no sabes quién es pero querés ayudar y ver cómo en su rostro el amor esboza una sonrisa... El amor....

En ese momento, ella comprendía que no creía  más en una parte del amor, que si le volvieran a preguntar si sufrió mucho, diría que sí, tanto como para no creer en ninguna cursilería de acompañamiento y amor eterno... Las otras ramas del amor bastaban, después de todo, esos otros tipos de amor,  no la habían hecho llorar tantas veces, no le habían cortado la respiración en medio de una congoja interminable.

Cuentan que respiró profundo, trató de ver las cosas buenas, y aunque no entendía el por qué de las malas.... decidió seguir por las otras facetas que el amor le dejaba vivir. Suplicó no más oportunidades para ese paraje del amor, que el sentir más maravilloso de un ser humano jamás se detenga en ese lugar de su vida, suplicó cerrar esa puerta de esperanza, suplicó no llorar más, suplicó verdad.

Sin dudas, habrá en el mundo alguien que quiera darle ese tipo de amor, pero ella insistió que ya no, insistió cual niña caprichosa que ya no más, que ese amor dolía y no podía creer más que todo lo dicho por y para ese amor, era fantasía, que las princesas de los cuentos no existían y que ella no había llegado a este mundo para conocer ese tipo de amor, debía conformarse con aquel que la vida dejaba perdido por ahí para que ella por unos minutos lo tome entre sus brazos,
lo deje entrar en su alma y por unos instantes, la convenciera de que en otros parajes del amor, ella era feliz, o mejor dicho, estaba bien.

Hoy no sé nada de esa alma,  muchos dicen que aún sabe cuándo amar a su soledad y cuándo una briza puede llegar a acariciar su rostro para demostrarle que el amor aún existe, dicen que su corazón jamás se ha convertido en una piedra, pues estaba convencida de que piedra y vida, no iban de la mano...

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